La tristeza es el unico sentimiento que me recuerda tener cuatro dedos de frente, y un poquito de razón por dentro.
Aun la decencia vuelve en tal estado, las lágrimas riegan por mi rostro y ponen en mis narices lo evidente. Me recuerdan todo el riesgo que he corrido, corro y correré sólo por necedad, y es un poco tonto quizá aceptarlo de tal forma, pero es que no soy mas que una estúpida cuyas neuronas se han paralizado por intentar buscar amor en unas mierdas de cuerpos que solamente llevan vacío por dentro.
Hasta el Requiem de Mozart es más alegre que mi mirada en éste y muchos momentos, ningún canto fúnebre supera el dolor que cargo encima.
Estoy hundiendome, me estoy metiendo en una cueva de la que ni cavando podré salir.
Estoy tomando decisiones algo precipitadas por miedo, y no quiero terminar mal, no quiero acabar nadando en contra de la corriente marina, no quiero ser una gota más, pero tampoco quiero ser la tormenta que ha devastado todo en su camino, prefiero ser la calma, el escampo.
Por mi cabeza pasan miles de cosas y no comprendo ninguna, tengo miedo de estar sola y le temo más a la compañía inadecuada, tengo miedo de no gustarle o no de gustarme a mi misma.
Sufro de miles de fobias y no asumo el poder que ellas ejercen sobre mí, le temo todavía a los payasos, y al coco, le temo a la oscuridad aunque no parezca, le temo al ruido de los cohetes, y le temo más aún al ruido que hace la muerte.
Pero no le temo a morir, sino a su ruido, a todo el sufrimiento que causa, a todo lo que llorarán por mí, le temo a lo que los míos van a sentir.
Le temo a morir sin haber amado.
Le temo a morir pudiendo sentir sólo cuando estoy triste.